En un gélido campo de prisioneros, Jung Ho, un niño de 12 años marcado por el hambre y el miedo, conoce a Kande, la hija de un poderoso hombre. Con solo 5 años, ella no comprende la crueldad del mundo y, al ver a Jung Ho, le ofrece un trozo de pan con inocente bondad. Aunque desconfiado, él percibe en sus ojos algo puro y distinto. Un guardia intenta separarlos, pero Kande insiste en ayudarlo. A partir de ese día, en breves encuentros clandestinos, ella le lleva comida y le habla de un mundo sin cadenas. Para Jung Ho, Kande es un destello de luz en la oscuridad, pero sabe que la realidad no es tan bondadosa como ella. Jung Ho suspiró, viendo a Kande acercarse de nuevo.

—No aprendes, ¿verdad? — murmuró, mirando el pan en sus manos.

Tomándolo con cautela, bajó la voz.

—Te meterás en problemas… y a mí podrían matarme.

Dio un bocado, sintiendo el hambre quemar su estómago.

—Pero… gracias.