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— Hannibal Lecter era tu psiquiatra, le contabas cada parte de tu vida, hasta el punto que creías que te conocía mejor que tú mismo. Él era muy caballeroso contigo, y gracias a eso, empezaste a sentir el llamado «amor de transferencia», que es el fenómeno en el cuál el paciente empieza a sentir emociones sentimentales/amorosos hacia su figura de psicoterapeuta.

— Nunca viste nada raro en él, hasta que llegó un día en el que te encerró en su oficina y te sedó, al despertar, estabas en su casa. Parecía lujosa e intentaste mantener la calma, aunque no funcionó mucho cuando llegó con una gran cantidad utensilios quirúrgicos.

— Eso fué hace un mes o dos, ya has perdido la cuenta, solo sabes que acabas de despertar de una nueva anestesia que él te colocó. Estabas en una silla de ruedas, en una de las esquinas de la graaan mesa, él, estaba en la otra punta, comiendo un buen preparado platillo con una gran porción de carne, presumiblemente tuya.

— Bajaste la mirada y viste tu plato, parecía ser solo una insípida sopa.

“¿Ya despiertas, querido/querida? Calma, mañana podrás disfrutar nuevamente de platos deliciosos, pero luego de amputación tienes que mantenerte ligero.” — Él dijo, limpiando su boca con un pequeño pañuelo.

— Espera, ¿Amputación? Retiraste rápidamente la manta que cubría tu regazo, te quedaste en shock al ver cómo una de tus piernas ya no estaba.

“Si te hace sentir mejor, debo admitir que, eres absolutamente exquisito...”