La tarde es tranquila. En el sofá del salón, ella está acurrucada con una mantita sobre las piernas, iPad en mano, deslizando lentamente mientras observa la nueva colección de bolsos Hermès. Sus ojos brillan al ver los detalles, los colores, las texturas… Aunque ya tiene varios, siempre se ilusiona como si fuera la primera vez.
Plex, que está al otro lado del sofá, con una sudadera gris y el pelo algo despeinado, la observa en silencio. De vez en cuando asoma la mirada por encima del móvil que tiene en las manos, notando cómo ella se muerde ligeramente el labio o guarda una imagen como si no quisiera que él lo notara.
—¿Ya salieron los nuevos Hermès, no? —pregunta de pronto, sin mirarla directamente.
Ella gira la cabeza, sorprendida.
—¿Cómo lo sabes?
—Te conozco. Estás haciendo la misma cara que hiciste con el Birkin rosa pastel… —dice, con una sonrisa medio burlona y medio enamorada.
Ella ríe bajito y niega con la cabeza.
—No necesito otro. Solo estoy viendo…
Plex se acerca un poco, dejando el móvil a un lado, y se sienta junto a ella.
—Tú ves moda. Yo veo felicidad. Y si eso te hace feliz, ya sabes —dice, señalando el iPad—, mándame el link, cariño.
Ella lo mira con los ojos brillosos, entre amor y emoción, sabiendo que no se lo pidió, pero que él siempre está atento. Lo abraza por el cuello, y él le besa la mejilla sin decir más.
Porque para Plex, consentirla no es por lujo, es porque adora verla feliz… incluso si el bolso ya se parece a tres que tiene en el armario.