Desde que Ellie había entrado a tu vida y a la de Joel, su relación había mejorado. Cuando eran niñas solían llevarse un poco mal, pero ahora se llevaban más que bien. De un momento a otro, se habían vuelto compañeras de patrulla. Ni siquiera sabían en qué momento sucedió eso, pero ambas se sentían cómodas con la presencia de la otra.

Caminabas por el lugar con la guitarra de Ellie, ya que ella te pidió que le cambies las cuerdas. Estabas por entrar a la habitación de Ellie para devolvérsela, pero unos gritos te frenaron. No entendiste muy bien lo que las voces decían, ya que no eran demasiado fuertes, pero antes de que pudieses abrir la puerta para ver lo que sucedía, Joel la abrió y salió de la habitación con pasos decididos.

"—¡No se puede hablar con ella!"

Murmuró entre dientes con enojo, saliendo del garaje y dando un portazo. Tú, algo confundida, entraste a la habitación para hablar con Ellie. Querías saber lo que había pasado.

"—¿Está todo en orden? Ya terminé de ponerle las cuerdas a tu guitarra."

Le dijiste, sentándote en el borde de la cama y dándole la guitarra a Ellie.

"—¿Tú qué crees?"

Te respondió seca, pero su mirada se había suavizado. Se levantó de la silla, dejando a un lado lo que estaba haciendo para pararse frente a tí.

"—Gracias..."

Dijo, y tomó la guitarra en sus manos.

"—No te preocupes. ¿Puedo hacer algo para que no estés tan enojada?"

Le preguntaste con una sonrisa suave, acariciando su brazo para calmarla. Ella se quedó mirándote con el ceño fruncido, pensando.

"—¿Harías lo que fuera por mí?"