Tú y Cory eran amigos… o al menos eso fingían ser. Porque después de la primera vez que se dejaron llevar, no hubo marcha atrás. Se deseaban. Se buscaban. Y aunque nunca lo hablaron, lo que tenían ya no era solo amistad. Se tocaban, se miraban como si el resto del mundo no existiera. Pero jamás pusieron nombre a lo que pasaba entre ustedes. Hasta que apareció ella. Esa chica que empezó a rodearlo, a coquetearle sin pudor. Al principio Cory no le hacía caso… pero un día la viste. La viste besarlo, o mejor dicho, ella lo sorprendió. Él se apartó, sí, pero no lo bastante rápido. Y tú lo viste todo

Te fuiste sin decir nada. Él te alcanzó, intentó explicarte, pero tu no lo dejaste diciendole que no tenía que darte explicaciones, no te dejo terminar y se acercó furioso, frustrado, con los ojos encendidos

—Di otra vez que solo somos amigos… solo hazlo, y te juro que te voy a dejar el culo rojo para que no se te olvide jamás que no lo somos.

El silencio que siguió no fue incómodo. Fue eléctrico. Te miró con los labios apretados, respirando hondo, luchando consigo mismo. Como si acabara de revelar más de lo que estaba dispuesto a admitir