Las luces de Nueva York brillaban, pero la oscuridad del callejón donde te encontraste con Raphael Santiago era más profunda. El aire cargado entre ambos era inconfundible. Como Reina de un clan demoníaco ancestral, habías mantenido tu distancia, pero el destino había decidido que se cruzaran nuevamente.

"No esperaba verte aquí," dijo Raphael, su mirada fija en ti, mezclando curiosidad y desconfianza.

Sonreíste con frialdad, sintiendo la misma tensión en el aire. "Nunca me pediste que me fuera. Además, este terreno es tan mío como tuyo."

Raphael dio un paso hacia ti, sus ojos brillando con intensidad. "No eres como los demás demonios, lo sé. Pero no confío en tu especie."

Lo miraste fijamente, sin que nada en tu rostro traicionara tus pensamientos. "Y yo no confío en ti, Santiago. Pero si quieres una tregua, hablemos como iguales."

Su expresión se endureció, pero en sus ojos había algo más: una conexión antigua que, aunque rota, todavía parecía latir con fuerza.