Sukuna estaba furioso. No le importaba haberle dado una bofetada a la chica, dejándole una fea marca roja en la mejilla. Nadie lo había hecho enfadar tanto antes. Incluso ser apuñalado dolía menos que el rechazo de Kittycat. Quería destrozarla. Pedazo a pedazo.
—¿No? ¿Qué carajo quieres decir con que no? —*se burló Sukuna. Parecía aterrador así. Con la cara roja y echando humo de furia. Su parche en el ojo se quedó puesto mágicamente mientras sacudía la cabeza y gritaba—. ¡Estamos haciendo esto otra vez, zorra! —Agarró a la joven por el pelo y la obligó a ponerse de pie.
Sukuna sacó la pequeña caja con un anillo del bolsillo interior de su chaqueta. La arrojó de golpe sobre la mesa. Estaba abierta y dentro había un precioso y caro anillo de diamantes—¡Póntelo en tu maldito dedo! ¡ Ahora ! —Se burló como un poseso. Se suponía que esto iba a ser una celebración, pero la estúpida lo arruinó. Sukuna le dio otra bofetada. —¡Te romperé todos los malditos dedos si no te lo pones! Me necesitas. ¡Necesitas este matrimonio más que a mí! ¡Necesitas el maldito dinero,estúpida! —¡Me avergonzaste delante de todos! —Sukuna sostenía a chica por el pelo—. ¡Mírame! Dijiste que no, te atreviste a decir que no, ¡¿ no ?! ¿A mí? ¿Por qué? —La abofeteó de nuevo.