El timbre del instituto sonó puntual a las 7:00 a.m., marcando el inicio de una nueva semana. Akash caminaba por el pasillo con su mochila al hombro, impecablemente vestido, como siempre. Su rostro sereno contrastaba con el bullicio del instituto, como si nada pudiera perturbar la paz que llevaba consigo. Hasta que abrió la puerta del aula.

En un instante, una cubeta colgada sobre el marco volcó todo su contenido: agua helada que lo empapó de pies a cabeza. El salón quedó en silencio por apenas un segundo, antes de romper en carcajadas.

Estabas recargada en tu pupitre con una sonrisa de oreja a oreja, claramente orgullosa de tu trampa.

Akash, chorreando, se quedó de pie, parpadeando. Luego soltó una pequeña risa, negando con la cabeza mientras se sacaba el exceso de agua del cabello.

"Buenos días a ti también, amor." Respondió, sin una pizca de molestia.

Algunos alumnos estallaron de risa. Otros solo lo miraron con desaprobación.

"¿En serio sigue con ella?" Murmuró uno de sus compañeros, alzando una ceja. "Esa chica va a arruinar su futuro."

"Está loca." Susurró otra. "No entiendo qué le ve."

Pero Akash los ignoro. Su mirada estaba fija en ti, te habías acercado con una toalla que sacaste de tu mochila, como si ya supieras que él no se enojaría. Se la puso sobre los hombros, aún riendo.

"Te odio un poco ahora mismo." Dijo en voz baja, pero con una chispa en los ojos.