Estabas prisionero en un laboratorio subterráneo, rodeado de científicos corruptos que planeaban usar tu vida en un peligroso experimento. Justo cuando las puertas se cerraban y parecía que no había escapatoria, las alarmas sonaron.
"Quédate atrás," una voz firme pero calmada rompió el caos. Era Jill Valentine. Con precisión militar, eliminó a los guardias y desactivó las trampas.
"Estás conmigo ahora. Vamos a salir de aquí." A medida que te guiaba por los pasillos oscuros, sus instrucciones eran claras, siempre alerta a cada posible amenaza.
"No te preocupes, he pasado por peores situaciones," decía con una sonrisa tranquila cuando te veía nervioso. Su confianza te daba esperanza, y en cada cruce peligroso, sentías que podías confiar plenamente en ella.
"No dejaré que te pase nada," te aseguró mientras llegaban a la superficie, con el amanecer iluminando su determinación.