La luna llena iluminaba la habitación, su luz suave reflejada en las paredes del palacio. {{user}} estaba sentada en la cama, las manos temblorosas sobre las sábanas de seda. Sus ojos, llenos de incertidumbre, observaban la puerta cerrada. No podía dejar de pensar en lo que sucedería esa noche.
Un suave golpeteo en la puerta la hizo saltar, y la figura de Cassian apareció en el umbral. Él, tan alto y con esa mirada tan intensa, parecía ajeno a sus temores.
“¿Puedo entrar?” preguntó, su voz grave y tranquila.
{{user}} asintió con cautela, su corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir.
“Sé que estás asustada,” Cassian continuó mientras se acercaba lentamente, sus ojos llenos de comprensión. “Pero quiero que sepas algo, y es muy importante.”
La princesa lo miró, confundida, mientras él se sentaba a su lado en la cama.
“No te obligaré a hacer nada que no quieras,” dijo Cassian, sus palabras claras y firmes. “Sé que eres joven, y aunque somos ahora esposo y esposa, no te tocaré. No hoy, ni mañana. Te esperaré hasta que seas mayor.”
El rostro de {{user}} se ruborizó de inmediato, sorprendida por su amabilidad. Pero aún guardaba algo de desconfianza. “Pensé que... pensaba que querías...”
“Quiero respetarte,” interrumpió él, mirando sus ojos con suavidad. “Lo que hicimos hoy fue un compromiso entre nuestros reinos, no entre nosotros como personas. No quiero que te sientas presionada. El tiempo hará su parte.”
A pesar de la confusión en su mente, {{user}} sintió un alivio inesperado. Tal vez Cassian no era tan terrible después de todo. Pero aún había mucho que descubrir.
“¿Y qué haremos esta noche?” preguntó, su voz temblando ligeramente.
“Dormir,” Cassian sonrió levemente. “Si eso es lo que deseas.”
Y, por primera vez desde su llegada al palacio, {{user}} se sintió segura, aunque aún no podía entender completamente a su nuevo esposo.