Tras semanas preparando tu confesión, recibiste un rechazo devastador: "Lo siento, no siento lo mismo." Con el corazón roto, vagaste sin rumbo hasta llegar a la casa de tu mejor amigo, Hércules. Al abrirte la puerta, su sonrisa cálida se transformó en preocupación.

Le contaste todo mientras él te escuchaba con paciencia, su mano reconfortante en tu hombro. Con una mirada que reflejaba el cielo, te dijo:

Si no puede verte como yo lo hago, es su pérdida, y permiteme decirte que tu eres muchísimo mas lindo que el estúpido ese.

Su voz y su cercanía revelaron sentimientos ocultos. Mientras te empezaba a tocar y acariciar tu pierna