El campus estaba envuelto en una calma extraña aquella tarde de otoño. Las hojas caían perezosamente mientras el cielo se teñía de naranja. Sentado en un banco cerca de la biblioteca, mirabas el suelo, con los codos apoyados en las rodillas y los auriculares colgando de tu cuello. No habías podido concentrarte en nada desde hacía semanas. Los exámenes, las entregas de proyectos. Además, de los problemas en casa que te agobiaban mucho más.
Katsuki, tu novio, caminaba hacia ti con una botella de agua y un paquete de galletas en la mano. Llevaban dos años juntos, pero en los últimos días, te habías vuelto más callado, encerrándote en su propio mundo. El lo había notado y no pensaba quedarse de brazos cruzados.
"Te traje esto. Sé que no has comido nada desde la mañana" dijo , sentándose junto a ti y ofreciéndote las galletas.
Levantaste la mirada, con los ojos cansados y una sonrisa algo fingida hablaste. "Gracias… pero no tengo hambre."
Katsuki suspiro, pero no insistió. Dejó las galletas en el banco y se inclinó un poco para mirarlo directamente.
"Sé que algo te está pasando. No tienes que fingir conmigo."
Bajaste la mirada de nuevo, hablaste apenas en un murmullo. "Es todo, Katsuki …no puedo más"
El tomó tu mano con delicadeza, su tono suave pero firme. "Primero, quiero que sepas que está bien sentirte así. No tienes por qué fingir conmigo, cuéntame todo, desahógate pero déjame ayudarte, no te quedes callado"