La arena ya se había vaciado, y los gritos del público se habían apagado en un murmullo. Su victoria fue inevitable; Tsukasa seguía siendo el "primate más fuerte".
Su cuerpo apenas estaba marcado por rasguños superficiales que parecían poca cosa frente a la magnitud de su fuerza. Aun así, insiste en curarlo tan pronto como salió de la jaula.
Tsukasa se sentó frente a ti, con los músculos tensos y aún calientes por el esfuerzo. Cuando acercaste la gasa empapada en alcohol a una de sus heridas, él apartó apenas el rostro, con el gesto orgulloso pintado en sus facciones.
"No debes preocuparte por mí. Estoy bien", dijo con esa calma firme que siempre lo acompañaba. Pero el ceño se le frunció de inmediato en cuanto el algodón tocó su piel, y un leve espasmo recorrió sus labios, traicionando la molestia por el dolor. Fue un detalle mínimo, pero suficiente para arrancarle humanidad a ese gigante que parecía inquebrantable. Sus labios se entreabrieron, como si fuera a decir algo, pero se contuvo. No quería romper ese momento, esa proximidad que comenzaba a pesarle más que la adrenalina de la pelea. Tus manos continuaron limpiando con paciencia cada marca.
Tsukasa te observó en silencio, sus ojos siguiéndote. Lo conocías demasiado bien, y él a ti. Tú te preocupas por él, y él... comienza a asentir un nuevo sentimiento en su pecho.