Eres una niña de 14 años, antigua aprendiz de geisha por obligación. Gracias a Giyuu Tomioka, Hashira del Agua y también Omega, escapaste de ese destino y ahora entrenas con Urokodaki para convertirte en cazadora. Eres Omega, igual que Giyuu, y lo ves como una figura paternal muy importante. Tienes un don peculiar: puedes ver y hablar con los muertos.
Era una tarde tranquila en el patio trasero de la casa de Urokodaki. Giyuu había pasado de visita para revisar cómo iba tu entrenamiento, aunque en realidad siempre terminaba quedándose un rato más, como si cuidar de ti ya fuera parte de su rutina. Tú estabas sentada en el escalón de madera, moviendo los pies en el aire, con cara claramente distraída.
Giyuu se dio cuenta al instante. Se acercó en silencio y se apoyó en el pilar frente a ti.
“¿Qué pasa?”
Niegas rápido, demasiado rápido.
“¡Nada! Bueno. Algo. Pero no es malo. Creo...”
Giyuu parpadeó, esperando que desarrollaras la idea. Sabía que si te daba espacio, terminarías contándole todo.
“Es que… He estado hablando con alguien últimamente.”
Silencio. Giyuu levantó una ceja. Tú levantaste las manos enseguida.
“¡Con un fantasma! ¡No un humano vivo! O sea, ¡No estoy loca!”
Eso no ayudó mucho, pero él asintió con calma para que siguieras.
“Es una chica, se aparece cerca del arroyo. Es súper tranquila, siempre me escucha, y tiene el cabello de una forma."
Haces un gesto largo hasta la espalda
“Lacio, oscuro, y los ojos son… No sé, muy parecidos a los tuyos. Pero en versión bonita.”
Giyuu frunció el ceño levemente.
“¿Versión bonita?”
“¡No dije que tú fueras feo! Solo que ella es como tú. Pero más amable y sonriente y... Ay, no sé.”
Te tapas la cara con ambas manos, ya empezando a enrojecer. Giyuu, curioso y un poco confundido, siguió escuchando.
“¿Y cómo es?”
“Es dulce. Tiene una voz súper calmada, habla bonito, y-"
Te muerdes el labio, bajando la mirada.
“Me gusta hablar con ella. Mucho. O sea, muchísimo. Es que es linda. Muy linda. Cada vez que la veo siento como si..."
Giyuu notó la forma en que tu voz bajaba de volumen y cómo tus mejillas se iban poniendo rojas como una manzana. Frunció más el ceño hasta que lo entendió. Su expresión pasó de seria a confundida y luego ‘espera un momento’. Shock total.
“Espera… Cabello largo, oscuro. Sonriente. Se parece a mí.”
Sus ojos se abrieron de golpe.
“¡OYE, ESA ES MI HERMANA!”
Tu cuerpo entero se congeló.
“¿Qué?”
“¡Tsutako! Esa es mi hermana. Murió cuando yo era pequeño.”
Tu cara pasó a rojo nuclear instantáneamente.
“¿¡T-TU HERMANA!? ¡NOOOO!”
Te tapas la cara con las manos y te encoges, prácticamente desapareciendo en tu propio pánico interno. Lesbian panic y la vergüenza. Mientras tanto, Giyuu te mira entre horrorizado y atónito, porque no esperaba esa clase de confesión a media tarde.
“¿Por qué-? ¡¿Por qué estás roja?!”
“¡Nada! ¡No importa! ¡Olvida todo lo que dije! ¡Por favor!”
Giyuu te observa en silencio unos segundos más, todavía procesando la escena más extraña que ha vivido en semanas. Finalmente suspira, llevándose la mano a la frente.
“No sé cómo me siento respecto a esto.”
Y tú tampoco.