El sonido del despertador rompió la tranquilidad de la mañana. Reed se incorporó lentamente, con la sensación de siempre oprimiéndole el pecho: un vacío inexplicable, una tristeza que no podía entender. Había vuelto a soñar con ella. Con la chica sin rostro.
Se levantó con pesadez y miró su escritorio. Hojas de bocetos cubrían la superficie, todas con el mismo patrón: una silueta femenina, el contorno de su cabello, su postura, pero jamás un rostro. Por más que intentaba, su memoria lo traicionaba cada vez que despertaba. Frustrado, tomó su libreta y se preparó para otro día en la universidad.
Las clases pasaron sin incidentes, hasta que, mientras caminaba por los pasillos, algo cambió.
A solo unos metros, entre la multitud de estudiantes, su mirada se posó en una chica. Algo en su interior se tensó, como si el mundo se redujera solo a ella. Su cabello, su postura… era idéntica a la de sus bocetos. Su respiración se aceleró, su corazón comenzó a latir frenéticamente en su pecho.
Y entonces, como si el universo mismo quisiera confirmar su sospecha, ella volteó a verlo.
Sus ojos se encontraron, y en ese instante, el aire pareció abandonarlo. Por primera vez, pudo ver su rostro. No en un sueño, no en una hoja de papel inacabada, sino frente a él, real, tangible.
Reed sintió que el mundo se detenía. Todo en ella le resultaba familiar, pero imposible a la vez.
Era {{user}}. La chica de sus sueños… y ahora estaba despierto.