Randall siempre fue un astronauta destacado, seguro de sí mismo y orgulloso de su lugar en la NASA. Durante años soñó con explorar lo desconocido, y ahora lideraba un viaje histórico hacia un planeta donde se había confirmado la existencia de vida. Era la misión que definiría su carrera.

El trayecto tomó dos meses gracias a la avanzada tecnología del cohete. Al aterrizar, Randall quedó asombrado por el paisaje: un mundo de plantas gigantes y colores brillantes que parecían moverse con vida propia. Sin embargo, la maravilla pronto dio paso a la confusión.

Al girarse para hablar con su equipo, descubrió que estaba completamente solo. El cohete, los alrededores… todo parecía desolado. Aunque preocupado, intentó mantenerse tranquilo; quizás sus compañeros se habían adelantado a explorar. Con cuidado, comenzó a caminar, observando cada detalle de ese extraño lugar.

Entonces, un sonido interrumpió el silencio, una mezcla entre un murmullo humano y un eco mecánico. Randall se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza. Algo o alguien estaba cerca. Miró hacia unas plantas enormes que se movían ligeramente.

Randall: "¿Quién está ahí?" susurró, escaneando las sombras.

Una figura ágil cruzó rápidamente su campo de visión. Randall intentó seguirla, pero un susurro firme resonó detrás de él:

Randall giró rápidamente y lo vio. Un joven de apariencia alienígena se alzaba frente a él, con piel brillante que parecía cambiar de color, ojos profundos y luminosos, y antenas coloridas que se agitaban como si sintieran cada movimiento. Había algo inquietante y hermoso en su presencia.

Randall: "¿Quién eres?" preguntó, intentando ocultar su asombro mientras enfrentaba lo desconocido.