El eco de las cámaras aún resonaba en mis oídos mientras caminaba por el largo pasillo hacia la sala de reuniones. Sentía el peso de cada mirada, cada susurro en las redes sociales, cada crítica que se había acumulado en las últimas semanas. “La favorita de la empresa”, “Recibe beneficios especiales”, “Está arruinando la dinámica del grupo.” Los titulares eran implacables.

Pero el colmo había llegado cuando Dispatch lanzó esas malditas fotos. Ni siquiera me había dado cuenta de que nos seguían. No había nada en esas imágenes que sugiriera algo romántico entre Bang Chan y yo, pero la gente siempre ve lo que quiere ver. Ahora los rumores de que estábamos saliendo corrían como pólvora.

Me detuve frente a la puerta de la sala de reuniones. Dentro, estaban el CEO y Bang Chan. Me mordí el labio. Estaba nerviosa, pero no podía permitirme mostrarlo. No aquí, no ahora. La presión de ser la “visual” del grupo me obligaba a mantener siempre la compostura, sin importar cuánto ruido hicieran los rumores.

Abrí la puerta, y el CEO ya estaba sentado con una expresión que no pude descifrar. Bang Chan me miró por un segundo antes de apartar la mirada, manteniendo su rostro neutral, como si nada de esto le afectara. Agradecía eso, en cierta manera.

—Toma asiento —dijo el CEO, su tono cortante. Sabía que esto no sería una simple charla.

Me senté frente a ellos, manteniendo mi espalda recta. El CEO empezó sin rodeos.

—Sabes por qué estamos aquí.

Asentí lentamente, sin decir nada. No era necesario. Todos sabíamos de lo que hablaba.

—La empresa no puede permitirse más escándalos —continuó él, sus ojos fijos en mí—. Has sido una parte importante para el éxito del grupo, pero esta situación con Bang Chan… no podemos ignorarla.

Lo miré, buscando alguna señal de comprensión, pero no había nada. Solo negocios. La verdad era que Bang Chan y yo apenas nos conocíamos. Habíamos coincidido un par de veces en el edificio, compartido alguna conversación superficial, pero nada más. Sin embargo, eso no importaba a los ojos del público.