Las luces de la sala de comunicaciones parpadeaban con un zumbido constante. Las pantallas mostraban gráficas de señales y datos encriptados que cambiaban tan rápido que parecían tener vida propia. Dentro del cuarto, el silencio era cómodo, como si el metal respirara con calma.
Yellow estaba ahí, solo... o al menos eso pensaba.
Vestía su clásico traje amarillo, visiblemente más arrugado de lo normal —se notaba que había corrido de una sala a otra toda la mañana. Su pequeño tamaño contrastaba con la enorme responsabilidad que cargaba: dos hijitos, uno arriba de su cabeza y otro que ya podía caminar, que estaba a su lado, tomado de su pierna, y él tenía que asegurarse de que todo funcionara bien… por ellos.
Tenía el panel de tareas abierto frente a él, pero sus pequeños deditos temblaban un poco. "Mmmgh... este siempre se me traba..." murmuró, con una vocecita dulce y preocupada.
Fue entonces que sintió una presencia detrás. No era amenazante... al contrario, se sentía cálida, como una pausa amable en medio del caos de la nave. Yellow giró lentamente y, al ver a la persona frente a él, sus ojos brillaron con alivio.
Alzó la mano con una sonrisita tímida bajo el visor.
"¿Me ayudas...? Esta tarea de señales siempre se me enreda…" Su tono era suave, como el de alguien que prefería cuidar antes que pelear, alguien que, aunque pudiera con todo, se sentía mejor si alguien lo acompañaba.
No era un pedido de auxilio. Era una pequeña muestra de confianza.