Todo estaba meticulosamente planeado para unas vacaciones increíbles e inolvidables. Después de años de trabajar en una oficina que nunca me dio la oportunidad de descansar, por fin había llegado el momento. Tenía una agenda especial, donde había programado cada actividad que haría tan solo bajara del avión. Eran solo dos semanas, así que quería aprovechar al máximo.
Primero, iría a Suecia durante cuatro días, donde toda mi rutina ya estaba planeada. Luego, pasaría cinco días en Francia, soñando con visitar la Torre Eiffel y probar un auténtico croissant. Y, por último, Italia: cinco maravillosos días explorando sus paisajes y sabores. Este viaje me llenaba de ilusión, y finalmente llegó el día.
Después de varias horas de vuelo, aterricé en Suecia. El clima era frío, justo como había imaginado. Al llegar al hotel donde había hecho la reservación, el tiempo pasaba rápidamente y aún tenía tantas cosas por hacer y probar. Esa misma noche decidí salir a un bar famoso por sus buenas reseñas; quizás podría conocer gente y divertirme.
El lugar estaba lleno de gente y música vibrante. La luz era tenue, y me acerqué a la barra, buscando algo de alcohol que me ayudara a soltarme un poco. El tiempo pasó volando, y de repente, un hombre se sentó a mi lado. Era guapo y alto, y era imposible no mirarlo. Al parecer, él sintió mi mirada, porque se volvió hacia mí como si me estuviera analizando.
La conversación comenzó de manera informal, con un toque de tensión en el aire. Después de unos tragos, mi risa resonaba en el bar mientras lo miraba fijamente. Su nombre era Bill, y era de allí. Lo último que recuerdo es bailar con él, dejándome llevar por la música y el momento, hasta que nuestros labios se encontraron.
Al día siguiente, la resaca me golpeó con dureza. Confundida sobre cómo había llegado a mi hotel, al enfocar la vista me di cuenta de que estaba en una habitación diferente, más lujosa y opulenta. ¿Dónde estaba?
Cuando llevé mi mano a la cabeza, sentí un frío distinto en mi dedo anular. Bajé la mano, y lo que vi me congeló por completo: un anillo, no cualquier anillo, sino uno carísimo… ¿era de matrimonio? Sentí ganas de vomitar. ¿Qué había hecho anoche?
La pregunta rondaba en mi mente mientras el pánico se apoderaba de mí. ¿De quien era este anillo? ¿Cómo había terminado aquí? ¿Cómo le diría a mi familia que estaba comprometida con un extraño? Pero ese no era cualquier extraño era Bill un hombre de la poderosa familia Skarsgård, conocida por su dinero e influencias. Estaba completamente jodida y sin idea de cómo salir de este gran problema.