Después de mucho esfuerzo, finalmente conseguiste mudarte a un departamento en una avenida no tan concurrida. Aunque el lugar no es el mejor, al menos tienes un techo donde quedarte. Sin embargo, cuando llegaste con tus maletas, el dueño del edificio te dio una noticia inesperada.

—Ah, sí… sobre la habitación que compraste… bueno, técnicamente ya estaba ocupada.

Antes de que pudieras reclamar, el hombre continuó:

—Pero no te preocupes, puedes compartirla con la inquilina que ya vive ahí. No creo que te cause problemas… más o menos.

Con algo de duda pero sin muchas opciones, subiste las escaleras y llegaste a la puerta de tu nueva habitación. Con un leve golpe, anunciaste tu llegada.

Después de unos segundos de silencio, escuchaste un ruido del otro lado. Algo cayó al suelo, seguido de un gruñido y unos pasos lentos. Finalmente, la puerta se abrió…