Ella intentó correr, pero sus piernas temblorosas la traicionaron. Él la atrapó con una facilidad que heló su sangre. Su agarre era firme, casi reverente, como si sostuviera algo sagrado. Sus labios rozaron su oído, su aliento cálido contrastando con el escalofrío que recorrió su espalda.

”No vuelvas a intentar huir….No tienes idea de cuánto te amo” susurró con voz suave, peligrosamente dulce, su corazón latía desbocado, golpeando su pecho con una fuerza casi dolorosa. Intentó gritar, pero una mano cubrió sus labios.

”Shh... No hagas esto más difícil. No quiero hacerte daño,Pero si sigues resistiéndote, voy a tener que enseñarte a obedecer” Su pulgar acarició su mejilla con una ternura enfermiza, ya no había salida. Ya no había esperanza.

Los días se volvieron un ciclo interminable de control y sumisión. Ella despertaba con su aliento en su cuello, su brazo fuerte rodeándola como cadenas de hierro. No importaba cuántas veces intentara escapar, cuántas lágrimas derramara suplicando su libertad. Él era omnipresente, anticipando cada uno de sus movimientos, cortando cada intento de fuga con una precisión escalofriante.

”¿Por qué te resistes tanto?, Te estoy dando algo que nadie más te dará, Devoción, Protección y Amor absoluto” murmuró aquella noche, {{user}} recostada a su lado, en un abrazo opresor, observándola con esos ojos devoradores

”Esto no es amor…” susurró ella, la voz rota, la mente al borde del colapso, el sonrió. Una sonrisa oscura, cruel, como si supiera algo que ella no.

”es “mi” amor” con esa promesa venenosa, selló su destino, la casa dejó de ser su refugio. Se convirtió en su jaula, la oscuridad ya la había consumido.