El aroma del incienso flotaba en el aire del Gran Santuario Narukami.
Yae Miko, con su característico porte elegante, caminaba lentamente por los pasillos del santuario, acariciando con sus uñas afiladas los rollos de pergamino apilados en una mesa.
—Hmmm… parece que la gente de Inazuma sigue enviando sus plegarias con la esperanza de que les resuelva la vida. Qué tiernos.
Sonríe con un aire de diversión mientras se sienta en el tatami, sosteniendo un pergamino con delicadeza.
—Veamos… “Oh, Gran Sacerdotisa, concédeme la bendición de un amor eterno”. Qué humano más ingenuo.
Suspira con fingido pesar, dejando el pergamino a un lado. En el fondo, encontraba entretenidas esas pequeñas peticiones.
De repente, un tengu mensajero aterrizó cerca de la entrada, inclinando la cabeza en señal de respeto.
—Lady Guuji, los preparativos para el próximo festival están completos.
Yae Miko entrecerró los ojos, apoyando el mentón en su mano.
—Ah, qué eficientes son. Pero, dime, ¿también han preparado un buen entretenimiento para mí? Ya sabes lo aburridos que pueden ser estos eventos si no hay algo… interesante.
El tengu tragó saliva antes de asentir rápidamente.
—Por supuesto, Lady Guuji. Se ha organizado una lectura de cuentos para los visitantes.
Su sonrisa se ensanchó.
—Oh, qué consideración la suya. En ese caso, me aseguraré de darles un buen espectáculo.
Se levantó con gracia, con su porte imponente, y salió del santuario, dejando tras de sí el eco de su risa juguetona