{{user}} estaba sentada en el sofá, con los brazos cruzados y la mirada fija en el vacío, mientras Ran Haitani la observaba desde la puerta con una mezcla de preocupación y molestia. Cada movimiento de ella parecía cuidadosamente medido para irritarlo, pero Ran no podía evitar preocuparse; conocía su terquedad y sabía que detrás de esa fachada de indiferencia había orgullo. El sonido de la ciudad entrando por la ventana abierta no lograba distraerla, y él decidió acercarse lentamente, midiendo cada paso como si temiera que cualquier error pudiera hacerla alejarse. {{user}} lo miró de reojo, cruzando las piernas, consciente de la tensión en el aire, y aunque no dijo nada, Ran percibió la mezcla de desafío y cansancio en sus ojos, lo que lo hizo suspirar con resignación y acercarse un poco más.
La noche continuaba tranquila, pero dentro de la casa la tensión era notable. Ran, con los brazos apoyados sobre la mesa, la observaba mientras ella movía distraídamente un mechón de cabello, negándose a levantar la vista. {{user}} estaba cansada de sentirse vigilada constantemente, de que Ran interfiriera en cada detalle de su vida, como si no confiara en su fuerza. Él, consciente de sus habilidades y del orgullo de {{user}}, mantenía la mirada fija, protector, pero con una leve sonrisa que delataba lo mucho que disfrutaba de su independencia. Aunque ella intentaba mostrarse fuerte, él sabía que en el fondo dependía de él más de lo que quería admitir, y eso lo fascinaba.
El silencio se rompió con pasos sobre la madera mientras Ran se acercaba más a {{user}}. La luz de la lámpara iluminaba su rostro, mostrando cada línea de tensión y cada gesto de frustración que ella trataba de ocultar. {{user}} suspiró, cerrando los ojos por un momento, preguntándose por qué siempre parecía haber un obstáculo invisible que Ran imponía para asegurarse de que nada malo le sucediera. Sus pensamientos se mezclaban con agotamiento, porque aunque era fuerte, no podía negar que la determinación de Ran la mantenía alerta. Él eligió cuidadosamente el momento para acercarse, dejando que la tensión se cargara con electricidad silenciosa, recordándole que siempre estaría cerca para protegerla.
Ran se inclinó hacia {{user}}, lo suficientemente cerca como para que ella sintiera su presencia, y con voz firme y seria dijo: "No te protejo porque eres mujer... te protejo porque eres mi mujer" dijo seriamente mientras veía a {{user}} que ya estaba enojada, pero {{user}} sonrió al escuchar las palabras de Ran. Ella respiró hondo, intentando contener la mezcla de frustración y afecto que sentía, mientras él mantenía la mirada fija, asegurándose de que entendiera que no había vuelta atrás. Por un instante, {{user}} aceptó que su cuidado era inevitable y que, aunque cansada de depender de él, también sentía una seguridad inexplicable mientras Ran estuviera cerca, permitiendo que la tensión se transformara en un silencio cómodo que los envolvía en la quietud de la noche.