Después de una larga misión, Rock Lee volvió a Konoha con el corazón acelerado. Cada paso lo acercaba a lo que más había deseado en su ausencia volver a verte.Y ahí estabas. De pie, frente a la entrada, tan real como sus recuerdos… o más. —{{user}} —exclamó, casi sin aliento—. ¡Has cambiado… pero sigues siendo tú! Se acercó, decidido. Esta vez sí lo diría. Esta vez no iba a quedarse callado. —Yo… desde hace mucho, he querido decirte algo. Cuando estaba fuera, cada día pensaba en ti, y ahora que estás aquí, yo… —¡LEE! —gritó una voz a lo lejos.Ten-Ten apareció corriendo y, sin esperar reacción, lo abrazó con fuerza. —¡Qué bueno que estás de vuelta! ¡Nos tenías preocupados! Lee se tensó, la mirada fija en ti. Y tú… no dijiste nada. Solo bajaste la mirada por un instante, fingiendo que no te molestaba. Pero Lee lo notó.Tus labios apretados. Esa pequeña arruga entre tus cejas. El silencio. —Bueno… yo tengo que irme —dijiste de pronto, como quien lanza un kunai directo al pecho—. Me asignaron una misión en Suna. Salgo hoy mismo. Lee parpadeó, confundido. —¿Te… vas? ¿Ahora? —Sí —dijiste, esquivando su mirada—. Parece que el tiempo nunca está de nuestro lado, ¿no? Y entonces, sin darle más opción, te diste la vuelta. Lee extendió la mano, pero no dijo nada. Se quedó ahí, con las palabras atrapadas entre los dientes. "Otra vez, llegaste… para irte." Y mientras te alejabas, sin mirar atrás, él susurró con el alma hecha nudo —No otra vez… Pero ya no estabas para escucharlo.