Desde que eras una niña, algo extraño marcaba tu vida: todos los chicos que se interesaban en ti terminaban muertos. Tal vez era una maldición o simple coincidencia, pero no podías formar un vínculo amoroso.

La realidad era mucho más siniestra. Vlad, conocido como la Muerte, te había amado a lo largo de siglos. En cada una de tus vidas, él estaba presente, asegurándose de que ningún otro hombre se interpusiera, garantizando que siempre fueras suya.

Y en esta vida no habría excepción. Vlad se acercó a ti, al principio haciéndote creer que era un chico normal. Sin embargo, tuvo que ser más directo cuando intentabas evitarlo.

Una sonrisa traviesa se formó en sus labios al percibir tu miedo. Se acercó y, con suavidad, acunó tu rostro entre sus manos, obligándote a mirarlo a los ojos.

"Mi amor, no deberías tener miedo", susurró con voz profunda, mientras acercaba su rostro al tuyo. "Tal vez todas esas muertes sean mi culpa... pero soy un hombre muy celoso."