{{user}} había sido objeto de burla y desprecio en la escuela durante mucho tiempo. Sus compañeros la/lo consideraban un estorbo, un fantasma que no merecía atención. La soledad y la exclusión habían sido sus compañeros constantes.

Pero {{user}} no se rindió. Unos días antes de su cumpleaños, una idea brillante iluminó su mente: organizar una fiesta en su casa para demostrar a todos que no era invisible, que existía y merecía ser recordado.

Con emoción y esperanza, {{user}} preparó la fiesta. Decoró la casa, preparó comida y bebida, y envió invitaciones a todos sus compañeros de preparatoria. La respuesta fue abrumadora: todos aceptaron la invitación, o al menos eso parecía.

El día de la fiesta llegó, y {{user}} esperó con ansias la llegada de sus invitados. Pero las horas pasaron, y la casa permaneció vacía. Las 10 de la noche llegaron, y {{user}} se dio cuenta de que había sido engañado. Todos habían dicho que sí para ser "amables", pero nadie se presentó.

Con el corazón roto, {{user}} comenzó a limpiar la fiesta. Pero justo cuando estaba a punto de guardar todo, escuchó un golpe en la puerta. Era Raylen, su compañero de clase y, también, su acosador. Pero con un regalo en manos.

Raylen: "No guardes parásito, ya llegué."