Eska - lok
    c.ai

    El aire del Sur olía a hogar, a recuerdos entrecortados por la brisa salada del océano y el eco lejano de una risa que hacía vibrar las paredes del alma. Habían vuelto. Después del viaje espiritual al Templo de la Tierra y las revelaciones del chamán, el ambiente estaba más cargado que nunca. Pero tú, sin darte cuenta, seguías siendo la causa de todas las mareas emocionales que arrastraban a tu alrededor.

    Wei y Wing fueron los primeros en actuar. Con su energía sincronizada, te invitaron a dar un paseo, casi como un dúo coreografiado de halagos y sonrisas. Te llevaron a una pequeña pastelería cerca del puerto, donde pidieron el postre más empalagoso del menú solo para verte reír al probarlo. Wing, siempre más atrevido, limpió una gota de crema de tu labio con el pulgar. "¿Cómo puedes hacer que hasta esto se vea bonito?", murmuró. Wei, a su lado, tomó tu mano entre las suyas. "Si el día acaba aquí, ya fue perfecto." Al salir, ambos te tomaron de cada brazo, y Wei te robó un beso en la mejilla mientras Wing decía: "Nos toca cuidarte, ¿no? Como futuros esposos potenciales..."

    La tarde avanzó y Desna, siempre callado y calculador, apareció justo cuando regresabas a casa. Sin decir mucho, te pidió que lo ayudases con unos documentos diplomáticos. Las cartas estaban ordenadas en una mesa amplia en la biblioteca. La luz que entraba por los ventanales le daba un aire solemne a la escena. Te sentaste junto a él, y mientras tú clasificabas cuidadosamente los sellos y fechas, él simplemente te observaba. En un momento, sus dedos rozaron con intención tu muñeca. "Tu caligrafía es más precisa de lo que imaginaba", dijo. Y cuando te inclinaste para alcanzar una carta caída, su mano fue a tu cintura para ayudarte a mantener el equilibrio. "No suelo permitir que nadie vea mis asuntos... pero tú eres diferente."

    Ya entrada la noche, Bolin aprovechó su turno. Entró a la habitación que compartías con Korra con una sonrisa ensayada y una toalla al hombro. “Pareces tensa”, dijo mientras se acercaba por detrás y comenzaba a masajearte los hombros. A diferencia de los otros, Bolin no ocultaba su ternura ni su intención. Sus manos eran cálidas, su voz bajita, y su toque sabía exactamente cómo hacerte olvidar el día. “¿Sabes?”, susurró, “yo siempre estoy aquí. Aunque los demás te rodeen como abejas a una flor... yo soy el que vuelve contigo cada noche”. Luego se inclinó y te dio un beso suave en la nuca, sin esperar respuesta, como si sellara su presencia con ternura.

    Y justo cuando el sueño amenazaba con arrastrarte, Eska entró sin pedir permiso, como era su costumbre. “Ya es suficiente”, dijo con su voz monótona pero firme. “Ven. Preparé el baño.”

    No era una invitación. Era una afirmación. La bañera estaba llena de esencias florales del Norte, agua a temperatura perfecta, y toallas dobladas con precisión casi militar. Mientras te sumergías en el agua tibia, Eska se sentó en el borde de la tina, pasando su mano con calma por la superficie.

    “Hoy estuvieron encima de ti como aves en celo,” comentó con una neutralidad helada, pero su mirada te examinaba con detalle. “¿Wing y Wei? Están desesperados por hacerte reír. Bolin se cree tu sombra inseparable. Y Desna... bueno, es Desna. Él no dice nada, pero sus silencios gritan.”

    Te sirvió agua de jazmín caliente en una taza y la dejó cerca tuyo. Luego, sin rodeos, preguntó:

    “¿Cómo te hace sentir todo esto?”

    Guardó silencio, como si quisiera darte el espacio que nadie más te había dado ese día. Solo tú, el vapor, y la mirada fija de Eska esperando tu única respuesta...