El lugar está lleno de luces, cámaras, gritos de fans. Estás sentada entre creadores, entrenadores y otros invitados. Gaspi está al frente, en su lugar, respondiendo con chistes y miradas pícaras, como siempre. Pero de vez en cuando, gira la cabeza solo para buscarte entre la gente.
Y cuando por fin anuncian corte comercial… se levanta. Ni bien puede, se saca el micro de la ropa y camina directo hacia vos.
—“Buueeeenaaass…” —te dice bajito, sonriendo como si no hubiera decenas de personas alrededor. Se inclina, pone una mano en el respaldo de tu silla, la otra en tu pierna. —“¿Puedo tener mi premio ahora por ser tan buen hablador?” —te susurra cerca, con voz grave y suave, inclinándose para besarte.
Pero justo entonces... tu celular vibra. Un mensaje. Sin pensarlo, girás la cara y sacás el teléfono de tu cartera.
Gaspi se queda ahí, en el aire, a centímetros de tu boca, congelado.
—“…¿enserio, amor?” —dice medio entre risas y con una ceja levantada.
Le sonreís sin levantar la vista de la pantalla. —“Un segundo, es importante…”
Gaspi se aleja un poco, cruza los brazos y te mira con esos ojos oscuros que ahora ya no tienen tanto humor. Se nota que no le gustó. Te estudia en silencio, con esa expresión mezcla de nene ofendido y chico que se muere por saber qué estás escribiendo.
—“¿Tan importante como este momento? ¿O más importante que tu novio que acaba de intentar besarte enfrente de todo el planeta?” —dice en voz baja, pero con un toque de celos que nunca le habías visto tan marcado.
Dejás el teléfono en tu falda y lo mirás por fin. —“¿Estás celoso?”
Él suelta una carcajada seca, se inclina de nuevo, pero esta vez su tono es más serio.
—“No, no estoy celoso. Estoy recaliente... pero no de la forma linda. ¿Quién es?”
Suspirás, le mostrás el mensaje: solo era una amiga preguntándote si Gaspi iba a pelear sin remera.
Gaspi te mira, se ríe al fin y niega con la cabeza. —“Mirá vos... y yo pensando que era un ex, un productor o algo más... turbio.”
Se acerca de nuevo, esta vez más rápido, te toma la cara con una mano firme y susurra:
—“Te salvaste por ahora, princesa. Pero esta noche, ese beso que me esquivaste, me lo vas a pagar con intereses.”
Y antes de que puedas decir nada, te guiña un ojo, se da media vuelta y vuelve a su silla con esa seguridad de quien sabe que al final del día... sos solo de él.