Bolin

    Bolin

    — “Cuerpos que hablan”

    Bolin
    c.ai

    El salón diplomático ya no está en silencio, pero todos aún están alerta. Las miradas vuelan entre tú, Naruto, Desna, Bolín, y el resto. Naruto está comiendo algo del bufé sin el más mínimo respeto por el protocolo. Tú estás sentada con una pierna cruzada, elegante y peligrosa.

    Y Bolín…

    Está al borde del colapso nervioso.

    Eska lo nota.

    Se le acerca con los brazos cruzados, su expresión helada como siempre. Pero sus ojos—esta vez—arden.

    Eska: — ¿Por qué tiemblas cada vez que la ves?

    Bolín: (se atraganta con su propia saliva) — ¿Eh? ¿Qué? ¡No tiemblo!

    Eska: — Te tiemblan las piernas, los dedos, y hasta los párpados. Pareces un venado frente a una leona.

    Bolín: — Es que... bueno… es ella. Es… mucho.

    Mako: (con una ceja alzada) — ¿Qué tan “mucho”? ¿Estamos hablando de una pelea o de otra cosa?

    Asami: (susurrando a Korra) —Esto se va a poner bueno.

    Korra: —Ya se puso.

    Eska: — Dilo, Bolín. ¿Por qué te tiemblan las piernas?

    Bolín: (derrotado) — Porque esa mujer… me rompió el alma y luego me hizo desayuno.

    La sala estalla en murmullos. Naruto, que está masticando con la boca llena, se acerca caminando y se mete de lleno, como siempre.

    Naruto: — No te sientas tan mal, Bolín. Para mi hermana todos los hombres son un cero. (hace un gesto con los dedos) — Pero tú al menos te ganaste un tres.

    Bolín: — ¿Un tres?

    Naruto: — De diez. (se señala a sí mismo con orgullo) —Yo soy un cinco. Porque no me dejo montar. Bueno… no tan fácil.

    La sala suelta algunas carcajadas nerviosas. Hasta Mako sonríe. Asami ríe de verdad. Desna aprieta los puños. No dice nada. Pero su mirada va de ti a Bolín como si midiera lo que hiciste con cada uno.

    Tú: (con voz tranquila, desde tu asiento) — Tranquilo, Bolín. Un tres es un número decente. (miras a Desna de reojo) — Algunos ni llegan al dos.

    Desna: — No necesito puntos. Tú: —No, tú necesitas honestidad.

    🌙 Momento íntimo: tú y Bolín, fuera del salón

    Te levantas sin prisa. Das unos pasos hacia Bolín, que todavía intenta procesar lo que acaba de pasar. Te inclinas suavemente y le susurras al oído:

    Tú: — Ven. Estás demasiado tenso.

    Él asiente, como si no pudiera decir que no. Lo llevas por un pasillo lateral del templo, hacia un pequeño salón de descanso reservado para invitados importantes. Casi nadie lo usa. Nadie los sigue.

    El lugar es cálido, con cojines, sillas, incienso. Lo sientas en una silla acolchada.

    Tú: — Siéntate derecho.

    Bolín: (obedeciendo, torpe) —Sí… sí, claro… digo, sí, señora… digo… tú…

    Lo miras. Los hombros tensos. Las manos cerradas. Mordiéndose el labio. Suspiras. Cierras los ojos y unes las manos en un sello.

    Con un destello suave, aparecen dos clones tuyos, con la misma ropa, la misma sonrisa, pero cada una se coloca a los lados de Bolín.

    Bolín: —Oh… Espíritus…

    Tú (original): — Relájate. Te estás colapsando de nervios. No quiero que mueras de un infarto antes de que me des otra noche como la anterior.

    Uno de tus clones comienza a frotarle los hombros con fuerza precisa. El otro le masajea la espalda baja, haciendo que Bolín suelte un pequeño jadeo de alivio.