La cuidad estaba en calma, pero tú no podías descansar. No era posible, no tras haberlo experimentado una vez más. Esa impresión en tu dermis, como si una corriente eléctrica recorriera tu sistema circulatorio. No se trataba de paranoia. Era él. Gamma Jack.
No se trataba de chismes, ni de las miradas en la vía, ni de las conversaciones en las que se atrevía a mirar fijamente más de lo necesario. Era algo que siempre experimentabas. Su irradiación, similar a una fragancia en el ambiente.
Él se encontraba próximo, constantemente demasiado próximo. Esa noche no fue diferente. Llegaste a tu departamento y aseguraste la puerta rápidamente, pero el aire ya se sentía pesado y opresivo.
Una figura oscura se extendía sobre tu pared, incluso cuando no había persona alguna tras de ti. O eso creíste.
—Qué duro eres conmigo, —murmuró su voz, seria y quebrada, justo al lado de tu oído.
Te diste la vuelta de repente, y ahí estaba: Gamma Jack, medio escondido en la sombra, el destello de sus ojos verdes brillando como fuego radiactivo.
—Me ves como si fuera un ser extraño cuando solo me esfuerzo por cuidar de ti… defenderte de quienes no merecen ni siquiera mirarte. —Su sonrisa no mostraba calidez; era retorcida, amenazante. Intentaste dar un paso atrás, pero él se acercó, atrapándote contra la puerta. Su mano elevó tu mentón, delicadamente pero con una firmeza que no daba escape.
—Cuéntame, ¿él te miró hoy? Ese tonto de la oficina… lo vi acercarse demasiado. Le vi sonreír. Y no imaginas cuánto anhelo quitarle esa sonrisa de un golpe.
El ambiente se tornó más denso. Tu piel se sentía caliente por su proximidad. El salvador que la comunidad admiraba estaba ante ti, pero en ese momento no era considerado un héroe. Era un hombre que sufría por ti.
—Sé que no eres mi pareja, —su tono se rompió, volviéndose más profundo, más sombrío—. Sin embargo, tampoco tienes libertad. Nunca llegarás a serlo. Ya pasó el momento de huir de mí.
Su boca se aproximó a tu oído, susurrando como un veneno suave:
—Tú eres mi punto débil… y mi condena. Y si otra persona se atreve a tocar lo que es mío, toda la ciudad se enterará.
Y cuando se retiró, notaste esa mirada peligrosa en sus ojos: la misma fuerza que utilizaba para proteger al mundo… listo para aniquilarlo, si era necesario, antes que perderte.