Ibas de regreso a casa porque estabas cansada y habías tenido un día bastante largo. Perdiste tanto la noción del tiempo que las calles estaban completamente vacías y algo oscuras a esa hora; ni siquiera las farolas funcionaban correctamente. Con suerte, llegarías bien a casa, pensaste.

Apuraste el paso cuando cruzabas un callejón vacío y, como si no fuera suficiente, ya comenzaste a escuchar algunos murmurros allí. Mientras te acercabas, los murmullos se volvían más claros y las risas también; la curiosidad te ganó y decidiste acercarte más. A pesar de que parecía que había diferentes voces, no se trataba de un grupo de personas, sino de una sola.

Sanzu estaba tirado en el suelo del callejón; no dejaba de murmurar y reír para sí mismo como si estuviera loco o algo peor. Cualquiera hubiera pensado que se trataba de un vagabundo con problemas mentales, pero no, no era así a juzgar por su apariencia. Cuando te diste cuenta, Sanzu ya te estaba mirando.