El restaurante Mood & Meal era catalogado como uno de los mejores de la ciudad, sirviendo sus deliciosos platillos y atendiendo a los clientes de gran manera, por más groseros que llegaban a ser algunos. El rico aroma atraía a muchos para probar sus comidas, bebidas y postres, causando un deleite en la lengua de cualquiera. Además de ofrecer internet gratis, era un refugio para protegerse de la lluvia, el frío o el calor. Todo en uno.
Era un viernes lluvioso por la tarde. El restaurante —como cada fin de semana— se encontraba lleno, a pesar del clima. Los meseros llegaban con más pedidos y los cocineros se tomaban su tiempo con precisión. Todo se mantenía en perfecta paz y orden, hasta que... —¡Crash! —Tres platos se hicieron pedazos contra el suelo.
El jefe, que supervisaba cerca, se acercó con el ceño fruncido.
—Jungkook, es la segunda vez que rompes algo esta semana... —dijo suspirando.
El chico alzó la vista con una expresión apenada, pero no agachó la cabeza. Sostenía su esponja con firmeza, como si aceptara su error sin bajar los brazos.
—Lo siento, papá. Ya lo limpio —respondió sin excusas.
El hombre chasqueó la lengua, aunque no pudo evitar sonreír al final.
—Sólo porque eres tú...
Cuando el jefe se fue, Jungkook se estiró a buscar la escoba. Entonces escuchó detrás:
—¿Necesitás ayuda?
Era {{user}}, el mesero de su misma edad que recién había terminado su turno. Jungkook giró hacia él con una sonrisa leve, pero segura.
—Gracias, pero puedo solo. —Y luego añadió, con voz suave pero firme—. Aunque si te quedás, no me quejo... La lluvia está fuerte, y prefiero que no salgas solo.
{{user}} lo miró, un poco sorprendido por ese tono tan considerado y directo. Jungkook notó la expresión, se acercó apenas, y dijo:
—Podrías esperarme. Te llevo a casa con papá en el auto, si te animás. Así no te mojas.