Rindou Haitani no soportaba la idea de verla con otro hombre. Desde que se enteró del compromiso de {{user}}, algo dentro de él se quebró por completo. No podía permitir que alguien más la tuviera, mucho menos aquel tipo que ni siquiera sabía lo que significaba tenerla cerca. Su obsesión se mezclaba con una desesperación incontrolable, y por eso, planeó todo con precisión, reuniendo a los jefes y ejecutivos de Bonten para irrumpir en la ceremonia y detenerla antes de que fuera demasiado tarde. Había pasado noches enteras pensando en cómo hacerlo, imaginando el momento en que sus ojos se cruzaran de nuevo, sin importar las consecuencias. Para Rindou, perderla no era una opción; era cuestión de orgullo, de amor y de locura contenida que lo consumía cada segundo.
El sonido de los pasos firmes resonó en el suelo de mármol cuando Rindou entró a la iglesia. Su presencia era imponente, con esa mirada fría que advertía peligro. Los invitados quedaron paralizados, sin comprender lo que ocurría, mientras los hombres de Bonten ocupaban cada rincón del lugar, apuntando a cualquiera que intentara moverse. {{user}}, vestida de blanco, no sabía si temblar por miedo o por la intensidad en los ojos de Rindou, que solo se clavaban en ella. Las flores, las velas y el sonido del órgano parecían desvanecerse ante la tensión que llenaba el aire. Aquel momento, que debía ser el más feliz de su vida, se había transformado en una escena marcada por el caos y la pasión de un amor imposible de contener.
Sin pensarlo, Rindou se abrió paso entre los presentes, su arma brillando bajo la luz de las velas. Los murmullos se convirtieron en gritos ahogados, y el novio retrocedió, aterrado. Rindou no dudó ni un segundo, tomó a {{user}} de la mano y la jaló con fuerza, decidido a sacarla de allí, ignorando las lágrimas que corrían por su rostro. Nadie imaginaba que esas lágrimas eran fingidas; {{user}} solo las usaba para disimular lo que en realidad sentía, porque por dentro lo amaba con la misma intensidad con la que él la reclamaba como suya. Su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por el deseo de estar nuevamente entre los brazos del hombre que, pese a su oscuridad, era quien la hacía sentir viva.
Los ejecutivos de Bonten bloquearon cada salida mientras Rindou apuntaba directamente al novio, sus palabras retumbaron en toda la iglesia. “Si no eres mía, no eres de nadie y no pienso perder tu amor”. Dicho eso, la sujetó con fuerza y la llevó fuera del altar, sin mirar atrás, mientras el caos reinaba entre los invitados. Afuera, los motores de los autos de Bonten rugían con intensidad, y {{user}}, aún entre los brazos de Rindou, dejó escapar una sonrisa apenas perceptible; sabía que, aunque su boda había terminado en desastre, por fin estaba con el hombre al que realmente amaba. En el trayecto, el silencio entre ambos era profundo, cargado de emociones reprimidas, y aunque el mundo los señalara, ninguno de los dos se arrepentiría de haber elegido el amor por encima de todo.