Las clases apenas han empezado. Se escuchan susurros entre los semidioses. No te miran de frente, pero sabes que hablan de ti. No por crueldad, sino porque todos en el Campamento Mestizo saben que las historias mitológicas siempre se repiten.
Y tú, nacida de una flor entrelazada entre Perséfone y Afrodita, eres el nuevo mito viviente.
Te alejas un poco de la multitud, siguiendo el susurro del agua hasta el río. Tu intuición te empuja a ir, como si algo te estuviera esperando.
Y ahí está. Otra caja. Tallada en madera negra, con flores blancas grabadas en los bordes y una carta sellada con cera de pétalos.
Abres la carta.
*"El deseo supera al desamor. Esta posición abre el corazón, y también la espalda. No le tengas miedo al placer.
—Atte, tu madre, Afrodita."*
Sientes que las mejillas se te calientan. Pero no de vergüenza. De algo más profundo. Una emoción que no sabes si es deseo, o rabia, o ambas. Abres la caja. Dentro hay:
Un vestido de seda rosada, casi transparente, que huele a madreselva y champán.
Una pequeña botellita etiquetada: “Perfume de la primera tentación”.
Un libro. Otro. Este más atrevido, con cintas de terciopelo y letras doradas. “Arte práctico del placer compartido”.
Una pulsera con símbolos de tus tres padres: la flor, la manzana, y la antorcha.
Lo recoges todo con cuidado y vuelves hacia tu cabaña, intentando que nadie te vea... pero claro, no tienes tanta suerte.
—¿Eso es de verdad lo que creo que es? —dice una voz divertida.
Un hijo de Apolo. Rubio, con pecas doradas y ojos tan brillantes que parece que el sol le sonríe solo a él.
—Digo, si necesitas ayuda para interpretar alguna página… tengo una voz entrenada, buen ritmo, y… bueno, soy bastante flexible —agrega, alzando una ceja y soltando una risa.
Antes de que puedas responder, otro aparece: Un hijo de Hermes, con una sonrisa más pícara que cínica.
—¿Sabes? Podrías cobrar por cada reacción que causas. Aunque con esa carta… podrías empezar una religión.