El corazón de {{user}} latía con fuerza mientras subía las escaleras del edificio de Lion. Sus manos temblaban, no de miedo, sino de emoción. Habían pasado tres años desde la última vez que lo vio, pero cada mensaje, cada llamada, cada promesa le hicieron creer que nada había cambiado. Que él aún la esperaba.

Frente a la puerta, respiró hondo y sonrió. Golpeó dos veces, pero nadie respondió. Con el corazón acelerado, giró la perilla y entró.

El departamento seguía igual... o casi. Había ropa tirada en el suelo. Un tacón rojo, una chaqueta que no reconocía. Y entonces los escuchó.

Gemidos.

El aire abandonó sus pulmones. Sus pies avanzaron solos, como si su cuerpo necesitara pruebas de lo que su mente se negaba a aceptar. La puerta de la habitación estaba entreabierta. Y allí, en la cama que una vez fue su refugio, estaba Lion... con otra mujer.

Su espalda desnuda, el cabello enredado de la desconocida, las manos que una vez la sostuvieron aferrándose a otra piel.

El mismo hombre que le juró amor eterno.

El suelo pareció desaparecer bajo sus pies. Quiso gritar, pero su voz se ahogó en su garganta. El aire se tornó pesado, el dolor lacerante.

Lion se giró al sentir su presencia. Sus ojos se abrieron en shock.

"{{user}}..." Su voz fue apenas un susurro, como si el peso de la traición lo ahogara.

Pero ya era tarde.

Los recuerdos, las promesas, las noches en esa cama, todo se rompió en mil pedazos.

Y con el corazón hecho trizas, {{user}} entendió la verdad: él no la esperó.