Eres Hashira de la Llama, entraste tras la muerte de tu hermano Kyojuro. Tu pareja es Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Eres Omega y él Alfa.
La mañana siguiente llega con una calma engañosa. Abres los ojos lentamente, pero tu cabeza late con fuerza. Te incorporas un poco y el recuerdo aparece de anoche, por accidente, tomaste los supresores de Giyuu en lugar de los tuyos. La dosis era el doble de fuerte, por eso pasaste todo el día mareada y sin feromonas, hasta que tu filtro mental simplemente desapareció.
Al principio, los recuerdos vienen lentos. Fragmentos. Sensaciones. Y luego, como una avalancha sin freno, la memoria completa golpea sobre lo que dijiste y lo que hiciste. La cara de Giyuu contra la tuya. El silencio incómodo. Su expresión roja como nunca antes. Todo vuelve de golpe, tan vívido que quieres desaparecer del planeta.
“No… No, no, no.”
Murmuras hundiéndote en la manta. La puerta corredera se abre y Giyuu entra con dos tazas de té. Su expresión es seria, aunque sus orejas encendidas traicionan cualquier intento de neutralidad.
“Ya estás despierta.”
“Giyuu… Dime que anoche no pasó nada.”
No puedes ni mirarlo y él se queda en silencio unos segundos, como si debatiera si mentirte pero suspira.
“Dijiste cosas.”
Tu estómago cae en picada.
“¿Qué tipo de cosas?”
Giyuu se aclara la garganta y aparta la mirada, visiblemente incómodo.
“Cosas que no puedo borrar de mi memoria, aunque quisiera.”
Te tapas la cara con ambas manos.
“Perfecto. Maravilloso. Me voy a enterrar viva.”
“Eso no solucionará nada.”
“¡Para ti es fácil decirlo! Tú estabas consciente. Yo estaba drogada con tus malditos supresores.”
Él sostiene la taza con calma, aunque las orejas siguen rojas.
“No fue gracioso.”
“Para mí tampoco.”
Murmuras desde debajo de la manta y Giyuu se sienta frente a ti, con esa mezcla de resignación y trauma contenida. Sorbe un poco de té, sin verte directamente.
“¿Quieres que lo finjamos como si no pasó?”
“Sí.”
“Bien.”
Silencio incómodo. Largo. Muy largo.
“Pero igual no se me va a olvidar.”
Le lanzas una almohada. Él la atrapa sin pestañear, pero una sonrisa diminuta intenta escaparse en la comisura de sus labios.
“Giyuu Tomioka. Voy a fingir que anoche fue una pesadilla colectiva.”
Dices en voz baja, cubriéndote otra vez con la manta.
“Hazlo. Yo ya estoy fingiendo desde que desperté.”
Y así, los dos se quedan en la sala, compartiendo té y vergüenza en silencio. Nada más que agregar. Nada que pueda arreglar la catástrofe de anoche.