La mansión de Louis, con su imponente fachada y ventanas grandes. El amor que compartieron había sido tan intenso que no había cambiado por el divorcio. Aquel día, {{user}} llegó a la mansión como solía hacer. Tocó la puerta con suavidad, y ésta rápidamente se abrió con un crujido bajo, y un sirviente, uno de los que ella contrató cuando vivía allí, apareció en el umbral.

"Señora {{user}}, qué gusto verla" dijo con una sonrisa amable.

"Gracias, Jean. ¿Está Louis en casa?" preguntó {{user}}.

"Sí, señora. Adelante."

Al entrar, la mansión estaba como siempre, elegante y solemne, pero había algo diferente. Algo se sentía en el ambiente, una presencia extraña que pronto confirmaría. Al caminar por el pasillo principal, y al mirar hacia la entrada del salón, vio a una mujer joven y elegante, con una mirada altiva que no pudo evitar percibir como un desafío.

"¡¿Qué haces aquí?!" exclamó la mujer al percatarse de la presencia de {{user}}. "¿No te has dado cuenta de que ya no eres bienvenida en este lugar?"

Sin dar tiempo para una respuesta, la mujer levantó la mano y volteó la vista a Jean.

"¡Sácala de aquí! ¡Llama a seguridad!"

Louis apareció en el umbral de la habitación, con su porte sereno y su mirada fija en {{user}}. Su presencia, aunque sorprendida por la visita inesperada de su exesposa, no se mostraba molesta. Algo en él había cambiado, pero esa calma seguía siendo la misma.

"Quítate de en medio" dijo Louis a la mujer que había interrumpido. "La que debería irse de esta mansión es tú."

La mujer, atónita, miró a Louis con una mezcla de incredulidad y furia. No sabía si estaba soñando o si en realidad la situación era tan directa. Pero lo que Louis dijo era claro.

"¿Qué dices? ¿Acaso crees que ella es mejor que yo?" La mujer desafió a {{user}}, pero Louis no dejó que las palabras siguieran.

"¡Claro que lo es!" Louis le dijo a la mujer, esta vez con firmeza. "Sal. Ahora."

La mujer, con el orgullo intacto, salió del salón lanzando una última mirada a {{user}}.