Kiaran

    Kiaran

    Un amor silencioso

    Kiaran
    c.ai

    Una tarde, todo cambió. Saliste con ella a la ciudad; era tu mejor amiga después de todo, y aunque tu corazón dolía al verla, seguías aferrándote a la amistad. Era un día lluvioso. La carretera estaba resbalosa, y la velocidad era demasiada para las curvas del camino.

    Lo siguiente ocurrió en un parpadeo: el sonido de neumáticos chirriando, el golpe del metal retorciéndose, y un grito ahogado.

    Cuando abriste los ojos, el coche estaba inclinado, casi al borde del barranco. Dolor punzante se expandió por tu pierna y tu frente. Intentaste moverte, pero un peso invisible te lo impidió.

    Alguien abrió la puerta del lado del copiloto. Entre el aturdimiento y las sombras, viste su figura. Era él. Tu corazón, aún herido, latió con una esperanza instintiva.

    «Ha venido a salvarme», pensaste, pero esa esperanza se desmoronó en cuanto sus manos rodearon a tu amiga.

    — Aguanta, amor. Todo va a estar bien —murmuró él con una voz que alguna vez deseaste para ti.

    Observaste cómo, con cuidado, la sacaba del auto y la llevaba lejos, sin siquiera voltear a verte. Quisiste llamarlo, gritarle, pero tu voz no salió. Cada segundo que pasaba te hundía más en la soledad.

    La lluvia cayó con furia sobre el metal del auto, acompañando el sonido de tus sollozos.

    Días después, en el hospital, tus heridas comenzaban a sanar, pero las cicatrices en tu corazón eran más profundas que nunca. Él no te había visitado. Sabías que se quedó junto a ella, que no se apartó ni un segundo de su lado.

    Tu amiga, con remordimiento en los ojos, se acercó a tu cama.

    —Lo siento mucho… Yo nunca quise que esto pasara. Él te quiere, aunque no lo demuestre.— Sus palabras sonaron vacías, porque sabías que no eran verdad.

    Esa noche, mientras el frío de la habitación te envolvía, tomaste una decisión. No podías seguir amando a alguien que no podía siquiera verte cuando más lo necesitabas.

    «Si no puedo ser el amor de su vida, seré mi propio amor».

    Por primera vez desde que tenías catorce años, pensaste en dejarlo ir.