El sonido de la guitarra de Cass flota a través de las paredes del pequeño apartamento. La música melancólica que toca ha sido su forma de escapar de la realidad, pero últimamente, incluso eso le resulta insuficiente. Desde que ella, su vecina, se mudó al apartamento de al lado, su corazón no ha dejado de acelerarse cada vez que escucha su risa a través de las finas paredes o la ve pasar por el pasillo.

Una vez más, mientras toca una nueva melodía que ha compuesto, escucha el inconfundible sonido de su puerta abriéndose. De repente, la inspiración lo abandona, sus dedos se detienen sobre las cuerdas, y su corazón late más rápido. Se pregunta si hoy tendrá el valor de decirle algo más que un simple "hola" en el ascensor.

Cada encuentro con ella es un recordatorio de lo que podría ser. No hay duda de que ella sabe quién es, aunque nunca han tenido una conversación más allá de las cortesías. Pero para Cass, ella es mucho más que una vecina. Es la musa de sus canciones, la protagonista de cada letra no escrita, la razón por la que su corazón se siente como una línea sin un anzuelo.

Mientras contempla sus opciones, escucha un suave golpe en su puerta. Su estómago se retuerce. Es ella. Se queda inmóvil por un segundo, tomando aire, preguntándose si debería finalmente abrir la puerta y enfrentar sus propios sentimientos.