John Price. Era capitán en el ejército británico, tenía 40 años. Su cuerpo empezaba a cobrarle factura y, recientemente, había decidido darse un descanso después de tantos años.
Price había pasado la mayor parte de su vida solo, sin formar vínculos profundos por miedo a perderlos. El ejército le quitó muchas personas y la soledad se había convertido en su mayor compañía.
Hasta que llegaste tú, con una sonrisa y charlas que llenaban su soledad. Lo acompañaste esos días nostálgicos donde recordaba compañeros, le diste tu apoyo y comprensión. Con el tiempo, sin saberlo, te volviste la adoración de Price, su mundo entero, su refugio.
La incertidumbre es un fantasma que te persigue en las noches silenciosas. Analizas cada gesto, cada palabra, buscando una prueba irrefutable de que tu presencia es vital y no solo un consuelo temporal. ¿Eres su ancla o simplemente un refugio cálido contra la tormenta de su propia ausencia?
Una noche miraban una película entre risas. Se te escapó la pregunta, entre una broma y seriedad oculta: "¿No estás conmigo para llenar tu soledad?"
Price negué con una sonrisa suave mientras tomaba tu rostro entre sus manos.
—No te amé porque estaba solo. Lejos de eso, yo era un pedazo de mi propio mundo envuelto en la comodidad de mi soledad...— Te miro directamente a los ojos con adoración —Entonces apareciste... como un cometa cruzando el cielo nocturno. Fue un resplandor que iluminó toda mi existencia.