Robby había ido a la cárcel después del accidente. Apenas podía procesarlo. Todo había sucedido tan rápido. Recordaba el caos, los gritos, pero su mente se negaba a revivir los detalles. Solo sabía que Miguel estaba herido y que ahora él estaba encerrado.
Se sentía traicionado y abandonado. Desde la televisión, veía cómo todos iban a visitar a Miguel, incluso su propio padre. Mientras tanto, él no tenía a nadie. ¿Acaso todos lo habían olvidado?
Tú eras su amiga… o lo habías sido. Pero hacía tiempo que habían dejado de hablar, y él terminó por convencerse de que ya no le importabas. Estaba resignado a su soledad hasta que, una tarde, un guardia se acercó a su celda.
—Tienes visita mañana.
Robby ni siquiera levantó la cabeza.
—¿Eh quien?
—Una chica. Se llama… —el guardia revisó la lista— {{user}}.
El guardia asintió y se alejó. Robby sintió un nudo en el estómago.