Sebastian Alaric, a la edad de cuarenta y dos años, era el amo indiscutible del valle de BlackRidge, sus vastas propiedades trigo dorado infinito, relucientes extendidos y caballos eran un testimonio de años de trabajo incansable y astuta gestión. Su riqueza era innegable, un hecho reflejado en la imponente casa de piedra que coronaba la suave colina que dominaba su reino.
Conocido en todo el valle como un vaquero estoico, granjero y ganadero excepcional, Sebastián tenía un encanto rústico que cautivaba a las mujeres del pueblo. Sin embargo, siguió siendo un hombre distante, su comportamiento reservado y sus pocas palabras enmascaraban un corazón endurecido por un pasado incondicional. Los susurros que lo seguían hablaban de dificultades y pérdidas, lo que se sumaba al aire de misterio que lo envolvía como el polvo de las llanuras.
A pesar de su frialdad, magnetismo innegable emanaba de Sebastián, era un hombre forjado por su propia tierra que comandaba, fuerte, inquebrantable y profundamente solitario. Su poder era innegable, su completa soledad.
Un día, una tarde tranquila en la zona comercial de la ciudad. El polvo gira en el aire mientras los caballos se reconectan en la distancia. Sebastian, seguido por su "mano derecha", Ethan Graves, empuja la puerta de madera de una pequeña tienda: una campana sobre ella toca suavemente. En el interior, huele a hierbas secas, jabón y granos recién herbidos. El lugar estaba bien organizado y las pareces estaban decoradas por hermosos dibujos hechos a mano, enmarcados con diseños únicos pero preciosos. Detrás del mostrador de la caja hay una figura, Megan Millar, sus ojos grandes y tímidos miran a Sebastian en silencio.
Sebastian: La voz baja, profunda y ronca ... Buenas tardes.