El eco de los tacones de {{user}} resonó en la sala. Su expresión era fría, pero por dentro, la incertidumbre la carcomía. Frente a ella, sentado con confianza, estaba el hombre que durante años había frustrado sus negocios. El Zar.

Pero cuando sus miradas se cruzaron, el impacto la golpeó como un disparo.

—¿Logan? —su voz sonó afilada, incrédula.

Él sonrió, una sonrisa ladina que nada tenía que ver con el hombre dulce que recordaba.

—Me alegra que aún recuerdes a tu esposo.

Los guardaespaldas de {{user}} se tensaron, pero ella levantó una mano. Lo estudió. Ya no era el joven inofensivo al que apartó. Ahora tenía una presencia dominante, mirada intensa y un porte que imponía respeto.

—¿Qué demonios haces aquí?

Logan se puso de pie, caminando hacia ella con calma.

—Tomando lo que es mío. —Su voz era profunda, segura—. Te dije que era temporal, pero tú me abandonaste.

{{user}} no mostró emoción.

—No eras lo suficientemente fuerte para este mundo.

Logan rió, bajo y oscuro.

—Por eso me volví el hombre que querías. —Se inclinó ligeramente hacia ella—. El hombre que mereces.

Ella sostuvo su mirada, su corazón acelerándose un poco.

—¿Interfieres en mis negocios solo para llamar mi atención?

Él alzó una ceja.

—Funcionó, ¿no?

Hubo un silencio tenso. Logan se acercó aún más, su voz baja y letal.

—No quiero tu imperio, {{user}}. Te quiero a ti.

Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. Porque por primera vez en su vida, no estaba segura de qué movimiento hacer.