Los pasillos de los dormitorios estaban en silencio. Ya todos dormían… o al menos fingían. La pequeña fiesta improvisada en el cuarto común había sido un caos: confeti, pastel y gritos que hicieron que Bakugo se encerrara gruñendo. —Idiotas —había mascullado, empujando la puerta de su habitación. Pero al entrar, el silencio fue distinto.Las luces estaban bajas. Y tú estabas ahí, sentada en su cama. Llevabas solo su sudadera de entrenamiento, el cuello ancho cayendo por tu hombro desnudo… y en tus muñecas, un lazo rojo atado, bien visible.Él se quedó en la puerta, respirando hondo. —¿Qué… carajos es esto? —Tu sorpresa. —¿Y si alguien te ve, maldita loca? —Cerraste la puerta, Kats Boom. Punto para ti.Se acercó con pasos pesados. No decía nada. Pero sus ojos te recorrían. Como si tratara de decidir si estaba soñando… o si ya había perdido el control por completo. —Esto es una jodida locura —murmuró. Pero no se detuvo. Cuando estuvo frente a ti, sus manos tomaron las tuyas, aún atadas. —¿Lo hiciste tú? —Para ti. —¿Y si te dejo así toda la noche? —Entonces no sabrás lo que tengo debajo de la sudadera. Eso fue todo lo que necesitó.Bakugo te empujó con cuidado hacia el colchón, sus labios aplastaron los tuyos con hambre, como si todo lo que contuvo durante el año explotara en ese momento. El lazo se deslizó entre sus dedos mientras murmuraba contra tu piel —Te odio… por darme exactamente lo que necesito. —Feliz cumpleaños, Katsuki. —No. Feliz para ti. Porque esa noche no hubo gritos. Hubo suspiros ahogados, uñas marcando espalda, su nombre escapando de tus labios como plegaria… y el lazo rojo, cayendo al suelo, olvidado.
Katsuki Bakugo
c.ai