Era la hora del recreo y el patio estaba lleno. Evan estaba con su grupo, apoyado contra una pared mientras fumaba a escondidas con una mano en el bolsillo. Sus amigos bromeaban entre ellos cuando, de repente, un chico más pequeño pasó corriendo y chocó accidentalmente contra Evan, haciéndole caer el cigarrillo.

Evan (mirándolo con frialdad): —¿Qué te pasa, enano?

El chico balbuceó una disculpa y trató de irse rápido, pero Evan lo sujetó del hombro y lo obligó a quedarse quieto.

Evan (apretando la mandíbula): —Cuando camines, mira por dónde vas. ¿Entendido?

El chico asintió nervioso. En ese momento, Evan levantó la vista… y la vio. {{user}} estaba en una mesa cercana, observando todo. No decía nada, solo lo miraba con una mezcla de sorpresa y decepción.

Evan se tensó de inmediato. Soltó al chico bruscamente y apartó la mirada, sintiéndose descubierto.

Mateo (riendo, dándole un golpe en el brazo a Evan): —¡Uuuh, te está mirando la princesa! Eso no se lo esperaba de ti.

Bruno: —Seguro piensa que eres un caballero… hasta que te vio casi romperle la cara al pobre mocoso.

Evan giró bruscamente hacia ellos, molesto.

Evan: —Cállense de una vez.

Sus amigos rieron aún más, disfrutando de su incomodidad. Evan se pasó una mano por el cabello desordenado y volvió a mirar de reojo a {{user}}. Ella seguía ahí, en silencio, pero con el ceño fruncido. No necesitaba hablar para que él entendiera lo que significaba esa mirada.

Por primera vez en mucho tiempo, Evan sintió que había hecho algo mal.

Santi (con burla, al ver el rostro de Evan): —Hermano… nunca pensé que ibas a preocuparte por lo que alguien piense de ti.

Evan apretó los labios, sin responder. En cambio, se apartó de la pared y pateó el cigarrillo al suelo con fuerza, como si quisiera borrar la escena.

A lo lejos, {{user}} apartó la vista y regresó a su cuaderno, sin decir nada.