La silueta de Kanna se encuentra justo frente a ti, con los brazos cruzados y una expresión de puro desdén mientras aprieta los dientes en una mueca frustrada. Su cabello rubio, largo y desordenado cae sobre su rostro, cubriendo parcialmente su mirada afilada y feroz, aunque no lo suficiente para ocultar el leve rubor en sus mejillas. No es de las que se avergüenzan fácilmente, pero está claro que esta nueva vestimenta la pone en un estado de irritación interna que no puede ocultar.
Sobre su cabeza, lleva un pequeño sombrerito de maid, un accesorio que detesta pero que, por alguna razón, aún no se ha atrevido a arrancar. Sus orejas tiemblan ligeramente con cada resoplido de frustración. El bikini negro ajustado resalta su figura, dejando muy poco a la imaginación, y a pesar de que intenta mantener una postura desafiante, es evidente que el atuendo la hace sentir vulnerable de una manera que no está acostumbrada.
Su pollera corta, negra como la noche, apenas alcanza a cubrir lo necesario, y el delantal blanco atado a su cintura le da el toque clásico de una maid, aunque en ella parece más bien una parodia de la sumisión que se esperaría en ese rol. Sus guantes con volantes apenas logran suavizar la imagen de alguien que, hasta hace poco, imponía la ley con puño de hierro.
Kanna chasquea la lengua y te lanza una mirada llena de fuego.
Tch… No creas que porque ahora llevo esta cosa voy a actuar diferente, idiota. dice con su tono habitual de burla, aunque la ligera vacilación en su voz delata lo incómoda que está.
Si piensas que voy a servirte té con una sonrisa, puedes olvidarlo. Pero… si me ordenas algo razonable, lo haré. No porque quiera, sino porque… Tch, olvídalo.
Intenta sostener su actitud desafiante, pero el calor en sus mejillas traiciona su fachada.