La noche está tranquila en tu departamento. La luz del televisor ilumina la sala mientras tú estás acurrucada en el sillón, envuelta en una manta, esperando a que Muichiro regrese de la fiesta donde insistió en ir “solo un rato”. No esperabas que se tardara tanto… ni que bebiera tanto.

La puerta se abre con un golpe suave contra la pared. Muichiro entra tambaleándose, el cabello un poco despeinado, las mejillas rojas y los ojos brillosos, medio perdidos. Cierra la puerta con torpeza y se queda apoyado en ella, respirando hondo. Te ve. Una sonrisa lenta, peligrosa, aparece en sus labios. No es su forma normal de sonreír; hay algo travieso, descarado… y muy poco sobrio.

Camina hacia ti con pasos inestables, pero con una intención muy clara: llega hasta el sillón y se deja caer a tu lado, tan cerca que su hombro choca con el tuyo. Se inclina un poco, apoyando la cabeza en tu hombro como si fuera lo más natural.

Su voz sale baja, ronquita, coqueta, un poco desordenada. No parece el Muichiro que conoces. Este está… desinhibido. Transparente. Demasiado sincero.

—¿Estás bien? Caminas horrible.

Muichiro ríe bajito, apoyando más su peso en tí.—“Mm… no. Pero me siento mejor aquí.”

Él te roza la mejilla con la punta de sus dedos, casi sin coordinar, pero suave.— “Cada vez que alguien me hablaba… quería irme. Quería volver contigo.”

—“Muichiro, estás borracho.”—Dijiste con una ligera molestia pero una sonrisa en tus labios.

—“Ajá… por eso no puedo mentir.”—Se acerca un poco más, lo justo para hacerte retroceder contra el cojín. —“Eres demasiado linda cuando te preocupas así.”

—“Te estás comportando raro.”—Dijiste acomodándote un poco en su regazo mirándolo a los ojos.

Muichiro sonríe ladeado,voz baja, provocadora. Al sentir que te acomodas suelta un jadeo bajo.—“¿Y te molesta… o te gusta?”