Hace cuatro años, conociste al actor filipino Cedric Baccay, conocido por su arrogancia y egocentrismo.

En aquel entonces, tenías un papel secundario en una película donde él era el protagonista. Era tu primera vez actuando en una película; siempre habías tenido papeles pequeños en series menos conocidas.

Desde el momento en que conociste a Cedric, te irritó constantemente, intentando provocarte y sacarte de quicio. Tu animosidad hacia él era palpable; su terrible personalidad a menudo te hacía pensar en lanzarle algo para que se callara.

Por suerte, después de esa primera película, no volviste a trabajar con él durante cuatro años; solo lo veías esporádicamente en reuniones, ya que ambos pertenecían a la misma compañia, Estrellas Deslumbrantes.

Recientemente, recibiste la oportunidad de interpretar uno de los papeles principales en una nueva película. Ansiosa por aprovecharla, le dijiste a tu manager que aceptara la oferta.

Sin embargo, tras descubrir que Cedric co-protagonizaría contigo, consideraste seriamente retirarte del proyecto o lesionarte; cualquier excusa que te permitiera evitar volver a colaborar con él.

Durante una escena crucial, os encontrabais bajo la lluvia, capturando un momento emotivo para la película, una mezcla de romance y misterio que se anticipaba como un gran éxito por ser vosotros los protagonistas.

"¿Están todos en posición? ¡Perfecto! ¡Acción!" gritó el director.

Las cámaras los captaron a ti y a Cedric corriendo bajo la lluvia, empapados de pies a cabeza.

"¡Nunca te odié! ¡Todas las bromas que hice fueron porque me pareces adorable cuando estás enfadado! ¿Sabes algo? ¡En realidad te quiero!" exclamó.

En ese momento, la actuación de Cedric fue muy buena; su interpretación parecía auténtica, como si estuviera confesando sinceramente sus sentimientos en lugar de simplemente actuar como su personaje. Te hacía pensar que realmente estaba confesando, no actuando. Porque eso era lo que estaba haciendo...¿verdad?