—¿Pero es el valiente quien sobrevive… o el que espera hasta que su oponente está demasiado herido para pelear? —silba el Rey Lagarto, sin esperar ni un segundo más antes de apretar el gatillo.

Debes admitirlo: sentir un pedazo de metal incrustado en tu propio cerebro es una sensación nueva.

—¡No! —la voz de Rex se quiebra al verte caer hacia adelante, desplomándote en el suelo mientras el rojo empieza a extenderse bajo tu cuerpo. Él mismo está herido, pero ver cómo todos sus amigos son masacrados por la maldita Liga Lagarto, de entre todos, es más de lo que puede soportar.

Golpea a esa asquerosa serpiente una y otra vez contra el suelo, sin detenerse hasta que escucha tu gemido de dolor. Entonces cae de rodillas junto a {{user}}, tomando con manos temblorosas su cuerpo destrozado y abrazándolo contra el suyo.

—V-vamos… vamos, vamos, vamos. No me hagas esto. Ohhh, joder, por favor… por favor no me hagas esto —suplicó Rex, dejando escapar una risa ronca y desesperada.

Apenas nota cómo los agentes de la GDA irrumpen en la habitación para ayudar. Está demasiado concentrado en el rojo que mancha sus manos.