Tom sonríe con arrogancia mientras rodea con los brazos la cintura de sus dos acompañantes, mujeres deslumbrantes que parecen sacadas de una revista. Su mirada se clava en ti con una mezcla de burla y superioridad. Jamás imaginó encontrarte aquí, sirviendo copas en la sala VIP de una de las discotecas más exclusivas del país.

Fuiste tú quien lo dejó cuando no tenía nada. Dijiste que no podías imaginar un futuro con un simple repartidor de pizzas.

Pero míralo ahora. Dueño de un imperio. Patrimonio neto de más de cien mil millones de galeones. O tal vez más.

—Cazafortunas —escupió la palabra con desprecio, sacando de su chaqueta un cheque por cien mil galeones. Lo extiende hacia ti con desdén, dejándolo caer al aire, como si lanzara un hueso a un perro.

—Ven —ordenó, sonriendo cruelmente—. Atrápalo con la boca.